Razia estatal a las ONG que acogen simpapeles
Xavier Alonso. (Publicat al blog de Cristianisme i Justícia) Algunas mañanas a las 7:00, antes del trabajo, voy un rato a una entidad –Chez Nous– que cuida de gente sin techo. Les dan desayunos y comidas seis días a la semana. Chez Nous, “Casa Nostra”, y en flamenco Bij Ons, fue fundada por una señora que comenzó ofreciendo café y galletas a los sintecho en el metro. Levantarme tan temprano hace que a lo largo del día bostece más de lo normal, pero a cambio gano en energía y en un montón de cosas positivas.
A Chez Nous van sintecho belgas, magrebíes, subsaharianos, polacos, brasileños, españoles… Y hombres y mujeres en una proporción de 12 a 1. Lamin, uno de los trabajadores, fornido como un toro, hace de segurata. Es senegalés y cada mañana nos prepara un café muy azucarado y especiado que está buenísimo. Un poco picante. Él le llama “café picante”. Juega a las damas y al ajedrez con los usuarios. Sereno y con la mirada en alerta permanente, pero sin que ni se note, sabe dar tranquilidad -y seguridad- más que desazón. Experto en Lucha senegalesa o Laamb.
Lunes 12 de febrero, al llegar a Chez Nous, uno de los voluntarios, sobrecogido, nos explicaba lo que había pasado el viernes por la noche. Todos los periódicos hablaban de ello. Una veintena de policías federales, ayudados por la policía de Bruselas, muy cerca de nuestro local, había entrado al de Globe Aroma[1], una entidad que desde hace quince años se dedica a la creación artística a la vez que a la acogida de refugiados. Siete muchachos fueron detenidos: uno fue liberado, dos fueron encerrados (¿en centro cerrado tipo CIE?) y a cuatro se les dieron órdenes de expulsión. El espanto del voluntario, Usam, era porque conoce a varios de los detenidos -él mismo es un irregular argelino-. Yo a uno de los detenidos también lo conozco, un mauritano muy joven que cada mañana iba a Chez Nous a tomar un té con su idéntico hermano gemelo. Estos gemelos no son sintecho, son jóvenes que en los primeros años de estancia en el nuevo país, medio a escondidas, disimulando y pasando como buenamente podían, transcurrió el tiempo necesario para acabar consiguiendo papeles y así construyeron su legalidad sobre primeras fases de irregularidad (la gran paradoja legal). Las ONG, con Globe Aroma o Chez Nous, son espacios prácticos -para resolver necesidades- pero también simbólicos: los entendemos como “espacios sagrados”, espacios como antes lo eran las iglesias y monasterios cuando nació el derecho de refugio: allí nadie entraba si no era con permiso, y esta prohibición era respetada por el perseguidor. “Acogerse a sagrado” es hoy lo que hacen muchas ONG. Las fronteras del derecho fundamental a la inviolabilidad del domicilio no son inamovibles, desgraciadamente. La policía entró en Globe Aroma amparándose en el Plan Canal del Gobierno belga, contra el terrorismo y el radicalismo. La policía aprovechó la puerta que les abre el contraterrorismo para detener inmigrantes. La política inmigratoria -al igual que el contraterrorismo- puede llegar a romper muchos límites básicos de la democracia. ¿Tendrán miedo, ahora, los inmigrantes, de ir a las ONG? ¿Dejarán de considerarlas espacios abiertos, “puertas abiertas a la acogida”? Las crónicas de Bruselas destacaban que Globe Aroma está subvencionada por varias administraciones públicas: o sea, que una administración los apoya y la otra los acosa. Otra paradoja -no poco frecuente.
Un aspecto positivo fue la rápida movilización de denuncia de varias entidades culturales semejantes a Globe Aroma: manifestaciones, protestas ante la policía, etc. Protestas en la misma línea que la que suscita el actual proyecto de ley belga de “Visitas domiciliarias”, que ahora explicaré. En Europa -también en Bélgica- la masiva llegada de inmigrantes y solicitantes de asilo en los últimos años anima a la crecida de los gobiernos populistas. La victoria del Brexit, o del Movimento 5 Estelle y La Lega se debe principalmente a la percepción de los votantes británicos e italianos sobre los inmigrantes. Una vez algunos partidos prosperan “gracias” a la inmigración, utilizan el poder que han ganado para avivar las percepciones negativas. Fabrican su propio pez que se muerde la cola. Dentro de este populismo termino con dos ejemplos de la actualidad.
El primero es el proyecto de ley sobre las “Visitas Domiciliarias”, que permitirá que el juez autorice las entradas a los domicilios privados con el objetivo de detener a los irregulares que vivan allí. Si tú tienes en casa una persona sin papeles, el juez podrá autorizar que la policía la registre -sólo de 5 de la mañana a 9 de la noche, eso sí…-. Este proyecto ha causado gran controversia en la sociedad. Una iniciativa política ha llevado a los ayuntamientos del país a tenerse que pronunciar a favor o en contra, mediante mociones. Hasta la semana pasada, 42 consejos municipales habían dicho no al proyecto de ley, mientras que 9 habían dicho sí, y la consulta continúa todo el mes de marzo. El otro ejemplo está en Hungría. Un reciente proyecto de ley permitirá al ministro del Interior prohibir las ONG que apoyen a los inmigrantes, imponerles tributaciones más elevadas, u obligarlas a permisos de funcionamiento por parte de la policía…[2] La primera ley de extranjería española, de 1985, contenía una regulación del derecho de asociación también condicionado a controles similares a una fiscalización “ideológica”, pero aquel artículo fue anulado por la sentencia 115/1987 del Tribunal Constitucional. De eso hace ya más de treinta años, pero el pasado a veces vuelve. ¿Qué podemos hacer?, me digo a mí mismo: estar alerta.
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[1] http://www.globearoma.be/fr/
[2] Bulletin Quotidien Europe 11962, 16 de febrero de 2018